Craziness beyond frontiers

Tuesday, April 01, 2008

Impuro, imperfeito, impermanente...(*) Two


Para volver a Artaud, èl escribiò: "Todo verdadero lenguaje es imcomprensible". ¿Es erròneo entonces querer comprender ciertas letras tuyas?
Comprender en esos tèrminos es aislarse sensitivamente. Es como pretender que haya un noticiero que te cuente las noticias de la letra. Ese modo de aprehender las cosas no existe para mì. Y hay zonas que no entendemos bien de nuestro ser, por ejemplo con una poesìa. Cuando te emociona, vos no sos el dueño de la idea que te emociona, ni estàs descifrando el intrìngulis de lo que te emociona.
Ademàs, ese ocultamiento ante la razòn le da el vigor artìstico que debe tener; sì no, no habrìa poesìa. Hay cosas que despuès las podràs explicar en tèrminos màs racionales, pero no entendès exactamente ese momento. Todo lenguaje es incomprensible porque no nos revela sino el ser y el ser es incomprensible, volviendo a Artaud.
"Martropìa - conversaciones con Spinetta", Juan Carlos Diez, pag. 114, Ediciones Aguilar, 2006, Bs. As. - Argentina.

Impuro, imperfeito, impermanente
Incerto, incompleto, inconstante
Instavel, variável, defectivo
Eis aqui um vivo
Eis aqui...

Pasado un tiempo, y ya completado el ciclo de la praxis de la mayoría de los fantaseos sexuales entre dos nuevos amantes, empezamos a charlar más y a follar menos.
Fue entonces cuando ella empezó a preguntar por detalles relacionados a mi condición de vida de por aquellos dìas. Yo, me temo, no sin poder disimular cierto grado de incomodidad ante ese tipo de cuestionamientos , me limitè lo màs que pude a hacer comentarios escuetos, pero que tambièn le prodigaran alguna dosis mìnima de tranquilidad y confianza.
Sonia, de frentòn me hizo saber que no era de su interès o preocupaciòn, el que yo no hiciera "ese algo" que hacen todos los que formalmente contribuyen a elevar el ìndice de empleo y que trasunta una estructurada rutina diaria y tambièn la generaciòn de un ingreso.

De mi parte, hace tiempo ya, que procuraba no hablar mayormente de mì, algo que se solventa muy fàcilmente evadièndose de la presencia de potenciales interlocutores, y que se extrema y se concreta sin dilaciones, tomando posiciòn en la desolaciòn del aislamiento permanente. Pero lo mìo, iba màs allà, al aniquilamiento de la autocavilaciòn redundante y toxicòmana de quien "habla de sì consigo mismo o le habla al mundo desde sì mismo", 24 horas al dìa.
En una segunda proposiciòn de niveles, luego intentarìa pasar al plano del "dejar de pensar en sì mismo". Primero, destruir el sistema de creencias sobre los que se habìa cimentado el "self", cancelar la historia personal, y luego, despercibirse en el momentum respiratorio evidenciado, y vivenciado, aniquilando el "Ego", propender al "estado vegetativo", o màs aùn, al estado "plasma".

Estar frente al espejo del baño viendo el reflejo de los mosaicos de la muralla detràs de la espalda, ser la no-evidencia, vivenciarse anti evidenciàndose.

Canela, la mujer que no me llamarìa màs, habìa sido tozuda con los cariños, incluso al punto, en que genuinamente podrìa haber estado enamorada de mì.

Y tambièn pensar en ella, de alguna forma, era pensar en muchìsimas cosas en las que era urgente dejar de pensar, para abandonar, al menos por un instante, la sensaciòn asfixiante de seguir estando abrazado por el yugo constrictor de la vibora que tambien rayonea en la arena caliente, el epìgrafe, con las fauces envenenadas, y el epílogo, con la ultimas escamas frìas de la cola, de la trama de otra versiòn de "las miserias humanas".

Era preciso, entonces, sacarse las marcas en el area chica, desmarcarse de sì mismo dentro del arco propio, desenmarañarse en el fondo tensado de la red misma donde se penan los autogoles.

¿Còmo traspasar los soportes de esa estructura corporal que solo perceptivamente paraceìa aprisionar ese dolor oblicuo? Y ni siquiera se trataba del andamiaje òseo, sino y sobre todo del colguijo de carnes entre las cuales permanecìa agazapado el horror mismo.

Maniatado en mis absurdos y en mì patetismo evidentes hasta para mì mismo, una tarde entrè a una jugueterìa a preguntar explicitamente si tenìan un trencito a escala.

Y sì, tenìan un ùnico modelo y ademàs era el ultimo de acuerdo con el inventario en pantallas. Era uno de 12,500 pesos - IVA incluìdo -, y 44 piezas. De pista ovalada, de a una pila la locomotora, y de a tres vagones rastreros. El resto de las piezas eran pedestales para señalizaciones y arbolitos, y las señalizaciones y los arbolitos mismos.
Examinè la informaciòn impresa en el exterior de la caja en busca de la informaciòn de los diàmetros màximo y mìnimo de la pista, sin poder encontrarla, y desestimè de mi intencionalidad de compra, aduciendo como excusa la falta de esta informaciòn tècnica.
La dependiente, una vieja con un manicuro siniestro - esmaltadas en verde las cutìculas -, no amagò siquiera en ofrecerme abrir la caja para que nos pudieramos aventurar a un aproximado del dato, lo que facilitò mi salida de la jugueterìa sin remordimientos.

Probablemente solo me interesaba este dato en funciòn de que yo pudiera asentar el culo en el centro de la pista de rielitos sin mayor incomodidad, y asì entregarme al sinsentido vertiginoso del que està atrapado dentro de una ruta que se cancela en sì misma, una y otra vez, sin punto de partida, ni punto de llegada.

Una extrapolaciòn sarcastica a la idea de la òrbita-constrictor que se cancela en sì misma hasta el punto de la autodegluciòn en el epicentro gravitatorio.
El arte, un oximoròn, "un pasaje, un vuelco de los signos, una perpetua inversiòn, un dispositivo que va del - al +, y vuelve", como lo habìa leìdo recièn en "Lo Obsceno" de Corinne Maier.
O mejor aùn, en palabras de Paul Claudel, el arte, que provoca ese inmenso placer para el alma, de "gozar simultàneamente de la permanencia y el movimiento".

"Ficciòn - Realidad", los dos paràmetros extremos de la dialèctica salvìfica de Canela a la hora de rescatarme de los exabruptos conductuales en que sucumbìa de "tanto, tanto, tantìsimo leer"

Antes de Sonia, me habìa cansado ya de recoger pelusas en el parquè, de prender inciensos y velitas dentro de tarritos vacìos de yogur.

Tarritos de yogur de ciruelas, de esos que ayudan a la digestiòn, de esos que empujan el jurel sin sodio casi desde antes de abrir la lata.

Me habìa cansado mucho de mì, mucho màs de lo imaginable, mucho màs allà de la "ficciòn de mì" y de la "difusa realidad de mì".

Me habìa cansado de mantener prendido un celular del que ya no podìa llamar porque el servicio habìa sido suspendido por una supuesta deuda, no confirmada, de màs de siete millones de pesos.

Probablemente lo habìan "clonado", pero, el caso es que me habìa cansado ya, de esperar una llamada que nunca màs llegarìa, la llamada de Canela.

Una llamada inùtil, una llamada que de cualquier manera, no atenderìa. ¡Pato-logìa!

Antes de Sonia, tambièn me habìa pillado, una y otra vez durante las madrugadas, desnudo completamente frente al espejo, pero sin prender la luz, tratando de volver a masturbarme y no pudiendo siquiera alcanzar la pendiente inestable de la mìnima erecciòn, ¿mi imaginario - eròtico al menos -,estaba agotado?

¿Habrìame logrado escabullir de las infundias y las injurias esclavizantes engendradas en la "otredad"?, No, era un asunto de la carne en sì misma, la carne, que de acuerdo con Lacan: "la carne de la que surge todo en lo màs recòndito del misterio, la carne en pleno sufrimiento, informe, cuya propia forma es algo que incluso provoca la angustia".

Una noche, incluso me saquè fotos para un album porno de mì mismo. En este asunto, prefiero no extenderme, pero la siguiente noche, las editè, aplicandole filtros y toda suerte de efectos de distorsiòn. Misteriosamente, en las fotos luzco el pene erecto.

Lo cierto es que Sonia, redondeando, y en los grandes nùmeros, jamás emitió un juicio y supo guardarse alguna opinión que denotara en lo más mínimo intenciones de entrometerse.

Algo que yo valoré en suma, pero que también me dio un poco de pena, pues a todas luces, yo, en la vida de Sonia cumplía solamente alguna función distractiva o la simple materialización de una idea transgresora respecto de una convivencia matrimonial sin punto de retorno.

Antes de Sonia y despuès de Canela, o entre Sonia y Canela, en el cuerpo mismo de la serpiente, estrecho para escurrirse y flexibilizable al punto de expansiòn en el que cabe la presa entera hasta ser engullida totalmente, - al punto de ebulliciòn de la carne por la carne misma - , yo ya habìa comenzado a considerar alternativas extremas para sacudirme la mugre de alguna forma.
Ya se me habìa ocurrido ir una noche a una reuniòn del grupo de terapias colectivas de 12 Pasos, que frecuentaba, y allì provocar. Insultarìa a mis pares, esas bestias conflictuadas, como yo, que seguramente reaccionarìan con la furia necesaria para agarrarme a trompadas hasta lograr detenerme las irrigaciones sanguìneas desde el centro mismo del pecho, y asì dejarme la carne en estado de absoluta masceraciòn. No lo hice, no sè por què, supongo que ¡Gracias a Dios!
Entre el serpenteo de la angustia desesperadante que me consumìa, una noche, soñè con el sueño salvìfico de la gran metàfora, la metàfora del "charco de sangre", la metàfora redentora de sentirse escurrir en sangre hasta los pies, y verse chapoteando impàvido en el charquito cienagoso de los propios coàgulos a medida que iba entrando el sopor, y en cierta medida la paz.
En el sueño persuasivo como ningùn otro, a medida que la carne iba perdiendo sustentaciòn, y se iba poniendo flàcida en las pieles, y lànguida en las tesituras, y al final cedìa, todo se volvìa un escurrir tibio y pegajoso, y todo se volvìa una mancha efervescente que burbujeaba rojiza expandiènose por el piso de parquè en vetas gruesas de contornos imprecisos e impredescibles.
Y entonces, creì entender muy bien: el charco sustentarìa el poema, el poema ascenderìa con un humito, como el ùltimo hàlito que emana y exhala del charco en descomposiciòn hasta transformarse en costra de sangre seca,y el poema habrìa cancelado la carne, y a la conciencia y a la conciencia de la carne, y el poema, olìmpicamente, terminarìa sustentàndose en sì mismo.
Sonia, nunca supo de todas estas divagaciones, muy representativas del estado de situaciòn de las cosas, nunca supo ademàs que Canela se habìa llamado Canela.
Ya en el plano màs pràctico, decidì que una vìa de escape, para mì, y sobre todo para Sonia, o dicho màs propiamente: "para nuestro bien-estar compartido", era no dejarle a ella mucho espacio para sus propias conceptualizaciones en torno a mí.
Del semimutismo evasivo inicial, luego, pasè a responder sus cuestionamientos con acabadìsimas racionalizaciones explicativas, sin el consuelo de las cuales, en otro tiempo, yo habrìa sucumbido, a partir de la subsistencia de mi Ego y de la preservaciòn de mi conciencia de "self" - que por lo demàs era lo que habìa estado intentando logra, sucumbir -.

“Que si, que yo era una especie de “okupa” de mi propio departamento, que el inmueble estaba hipotecado a mi nombre y que no había forma de arrendarlo, y que a mí me venía bien, pues prefería pernoctar allì, en lugar de andar de una en otra pensión”.
“Que si, que buscaba un nuevo trabajo con el ahínco necesario, pero sin la desesperación innecesaria, pues todavía me quedaban dineros de la imdenmizaciòn legal del trabajo anterior”.
“Que total no gastaba mucho”. “Que mayormente me la pasaba leyendo y a veces bosquejando la escritura de algunas cosillas para sacudirme, en la lectura, el polvo de los días inmisericordes de soledad”.
“Que lo mío no iba del afán de que me editaran o publicaran algún día, que pasaba de la participación en concursos literarios”.
“Que tenía, más que predilección, una suerte de debilidad por los autores underground, y que no hacia falta ponerse ni Proustiano ni Joyceano, porque que ellos, los undergroudn, ya se habían tomado la molestia de mamarse todas esas cosas y también la molestia de traducirlas o translucirlas a través de sus propios escritos”.
“Que el celular que siempre estaba cargándose en la cocina y que, en efecto, yo no lo utilizaba, solo estaba operativo para recibir llamadas, por si alguna vez mi anterior pareja osaba enviarme un mensajito de texto, o sucumbía a la debilidad de volver a saber de mí”.
Ante esto ùltimo, Sonia sonrió con piedad y quizá también con una cuota de vehemencia.
“Que no, que los pedazos de papel adosados a las murallas del living del departamento con textos manuscritos de citas de algunos autores que iba leyendo o letras de canciones que me habían parecido especialmente poéticas y reveladoras, no eran más que eso”.
Sonia agregó que le parecían una especie de “citas citables” del Reader’s Digest en el “muro de mis lamentos literarios”.
Esto me pareció especialmente ocurrente y gracioso de su parte. Y si, Sonia intuía bien, que “en el momento en que las iba pegando, es porque me habían parecido esclarecedoras o de relevancia germinal para una idea de texto, pero que al final, quedarían siempre allí, y ninguna cosa más”.
Yo, a mi vez, también quise saber más de Sonia. Tenía un hijo. Esto no necesité preguntárselo pues Sonia era del tipo genérico de mujer que argulle premonitoriamente su condición materna, ante la posibilidad certera de sucumbir en “un puertas afuera”, como diciendo, “sucumbiré a ti, pero solo porque me da la gana, has de saber que sobre mí prima la responsabilidad de mi hijo, más no así el respeto hacia mi marido”.
No pregunté más, luego supe que era un hijo de un embarazo adolescente, previo a sus nupcias oficiales vigentes, y supuse que la conmiseración de su marido para con ella, al desposarla con un vástago previo, era la clave para entender, que más allá de su fastidiosa relación, Sonia se seguía obligando a partir de una especie de “agradecimiento debido”.

Luego extrapolar respecto a subsidios vitales de cualquier otra índole no me pareció de mi competencia. Si, podía deducir, sin una cuota menor de egolatría, que si Sonia se disponía a follar tan bien, y con tanta disposición fuera del lecho conyugal, era porque, al menos, sentía superadas ya, las posibilidades de atención sexual por parte del padrastro de su hijo.
Sonia, en si misma, ya textualizada en un biopic, no era del tipo de mujer que iba muy preocupada de implementar la ornamentación del “patrón” de belleza cosmético, o publicitario.

Ella se sabía una mujer eminentemente “glandular” y “glútea”, y no fingía culpa al respecto de ser tan llamativa a partir de sus dos pares de aditamentos primordiales: dos nalgas y dos tetas desproporcionadas en relación al resto de su figura, y que funcionaban perfectamente en el plano de la incitación de los instintos más básicos.

"Sonia's Flesh", un poema que quizà nunca escribirìa. Y no, "Sonia's Meat". Sonia como la ventana y la puerta de acceso a su templo de carne viva - ¡flesh! -, a la redenciòn del "self" y a la aniquilaciòn del Ego. Canela, como la puerta y la ventana de un templo en ruinas, la carne muerta, las viandas perfectas para nutrirse en el desasosiego, la carne pùtrida, la carne infecta, la carne virulenta, la carne "echada a pèrdida".

Y entre medio, las pinturas de Bacon. Francis pintando con el mismo desparpajo a un crucificado que a una tabla de carnicerìa.

Volviendo "en Sonia", ella no vestía con provocación, le bastaba con ponerse cualquier vestido de corte entero o de dos piezas dejara sospechar en su silueta, los contornos rollizos de su grupa y la perfidia desafiante de sus dos posibilidades de amamantamiento.

De otra parte, a mí en un momento se me puso en la cabeza preguntarle sobre su empleo, sobre los decesos del día, sobre los valores de contratación de los distintos tipos de servicios fúnebres, y sobre los deudos, y su estado anímico cada vez que aparecían por su despacho.

Ella me dejó en claro, por una vez y desde el principio, que no era un empleo de lo más grato o edificante, pero que alguien ciertamente tenía que hacerlo y que el punto de fondo era que de alguna manera todo lo asociado a la “muerte física” era una posibilidad agotada desde la perspectiva literaria de cualquiera.
Me carcajeè socarronamente, debo admitirlo, ante este comentario, pero no dije nada.

Además, agregò Sonia, - con funesta determinaciòn -: "lo tuyo es la displicencia por la vida, y no la inminencia “suficiente” de la muerte".

Esto último me hizo mucho sentido, ciertamente a mí, literariamente me llamaba más a leer, o a escribir, en el caso en que lo hiciera con meridiana disciplina alguna vez, sobre el proceso mismo de estar con vida. Proceso que quizà era el mismo de irse yendo irremediablemente, y con impertinente disposición, hacia la muerte inevitable.

Otra cosa habría sido, siquiera haberme interesado alguna vez sobre las connotaciones de dejarse morir, o siquiera de “darse o dejarse premeditadamente dar un empujoncito” que acelerara el proceso vital.

“Tu eres un romántico a secas, y algunas veces, para peor, a la vieja usanza”, - alcanzó a decir una vez Sonia desnuda, entre los mordiscos, post coitum, que apuradamente le daba a un pastelillo de chocolate con arándonos -.

Esta especie de sentencia me dio para pensar algunas noches, inclusive pensé en desarrollar un argumento convincente que refutara la convicción de Sonia respecto a mi eventual debilidad romántica, pero luego, luego, se me ocurrió que el celular conectado en la cocina me delataba lo suficiente como para no perder el tiempo queriéndome recrear como un “militante de lo fatídico”.

Me consoló pensarme como un escritor “inacabado”. Alguno que no pasa de ser un cronista de los episodios infinitesimalmente irrelevantes de su propia vida, muy probablemente similares a los de la vida de cualquier otro a quien se le hayan ido pasando los días, los meses, y los años, exclusivamente nutriendo “ínfulas”. O articulando un discurso medianamente creíble y decente sobre el mundo y sobre si mismo y sobre si mismo en el mundo.

El discurso que puede llegar a articular un “cretino” cualquiera.
De otra parte, quise saber también, alguna vez, de la “Sonia filológica”, y le pregunté muy discretamente, pero no sin cierta dosis de malicia, si me podía indicar algunas fuentes de estudio sobre “Filología Bíblica”.

Fue la única vez que Sonia prendió un cigarrillo sin antes convidarme, lo cual, no necesariamente habría de traslucir alguna cuota de nerviosismo, pero que si provocó una reacción en ella, para nada disimulada, de mucho fastidio.
Fue también la única vez en que Sonia me increpó directamente y me tildó de “escandalizador” y me recriminó por ese “afán tuyo de llevar las cosas siempre a los extremos”, y luego habló algo acerca de “tu naturaleza intranquila”, y finalmente, cogiò sus cosas apresuradamente y se marchó.

No se habló más del tema, pero la semana siguiente, mientras yo dormitaba una siestecilla al descuido, ella con mucha discreción, sacó de su bolso un papel manuscrito de su puño y letra, y lo pegó en un rincón, aún vacío de una pared.

Yo fingí no enterarme, y solo la escuché decirme: “capullo, que sobre los textos y su contexto, con esto te baste, y ojala le tomes el peso mínimo debido”.
En el papel en cuestión, había escrito Sonia lo siguiente:

“Éxodo 17:14 "Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, ..."
Éxodo 24:4 "Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, ..."
Éxodo 24:7 "Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos"

"En este pasaje encontramos, de manera práctica, el concepto de canon en el sentido de norma, regla, precepto que hay que obedecer" (esto ùltimo subrayado y escrito en lapiz pasta con tinta roja. ¡Color sangre-seca!).

Tuve que reconocer entonces, que Sonia tenía mucho de “certera”, algo no despreciable de “asertiva” y por supuesto una cuota innegable de “infalible”.
No me dì por enterado sobre el sentido subliminal del "mensaje" detràs de "tomarle el peso mìnimo debido" a ese pedazo e papel. Por esos dìas leìa y releìa apasionadamente el poemario "Hombre Muerto", de un Sr. "Esteban Navarro".
Y por esos dìas comencè a utilzar el celular para jugar, Quadrabop - ese el de las moneditas de colores que caen, y recaen -, mientras hacìa mis necesidades fecales. Nunca pasaba de los 6,096 puntos en "nivel 2" a penas, porque al mismo tiempo fumaba.
Era "recomplicado achuntarle" con una sola mano, y luego que sì me descueidaba caìan las cenizas al medio de mis piès, ¡una cagada!

Joe Bartletts...Santiago, Mar. '08
Imàgenes: google!
Guiño poètico febril de ultimo minuto y con muchìsimo, muchìsimo cariño: "Hombre Muerto" @ www.estacionreumen.blogspot.com
The musical muse this time: ¡Patty Barber! - Mythologies, specially: Persephone!!!
Extra Data: "Organismo en el aire" = DIOS!, my Supreme Power!!!!
Note: "Canela" was for real, but absolutely forbidden (forgotten?), so far. Most probably shes watching E! TV & "regaloneando" with her new "pololo's project" (she smells - still - like "teen spirit"). And she has this ring that goes for getting to know how thin or fat she's doing!!!, after all, mom and sista', and "emjei" didn't deserve that kind of gift!!!...a human misery story between one monumental EGO and one that likes to live like feeling dying all the time, a sickman, with many diagnosed diseases, so many, so many!!!...
...domesticar al artista!!!!
Sonia is hanging out some place, I thrully met her at Farmacia Ahumada one morning, but she told me she was happily married, so far!!!!
Ahhhh...the poem!!!???...it is real!!!, want a read it?...
¿que siga?....uhmmmm....mucha sangre ya, ¿o no?...¿y el estado de situaciòn de la carne?...jajaaj...no pasa na'...

0 Comments:

Post a Comment

<< Home