Craziness beyond frontiers

Thursday, December 06, 2007

Ascenso oriental.


De todas las tardes posibles, fue precisamente esa tarde entre el mustio vaiven de los pasajeros de una micro cualquiera que asciende atiborrada en su enesima ruta hacia la cordillera, hora citadina para volver del trabajo a la casa, un poco mas tarde quiza, pero hora peak, rush hour.
Inmerso en la lectura, escasamente apoltronado contra el acordeon que mantiene juntos los cuerpos de los dos vagones de esas micros tan agusanadas, tan largas, no habia ruta posible, mas que la ruta exacta, para encontrarse en la encrucijada con Misako.


Ella, imperceptible al principio como cualquier otra pasajera, -en transito perpetuo -, pero luego, de a poco primero, de soslayo, de reojo y de repente ocupando todo el espacio, todos los espacios, aferrandose para no trastabillar mas de la cuenta y nuestros pies juntandose intempestivamente y las vueltas de miradas instantaneas suplicando una disculpa, Misako alli, yo contra el acordeon, atrapado en toda mi humanidad, acorralado por su belleza de hembra contundente, de mujer que sabe ser mujer desde su femeneidad, tierna a ratos, insolente a ratos, y que tambien sabe hacerse sentir femenina dominadora de todos los espacios.

Yo, impavido, tratando de demorar la ruta tanto, tanto, como para que nuestro casual viaje juntos durara siempre, para que el recorrido de la micro traspusiera la cordillera si fuera preciso, para que viajaramos juntos hacia cualquier parte, a partir de nuestro encuentro casual de encantamiento, absolutamente invadido por ella, imposibilitado a volver a mi mismo en mi lectura, tratando de dejar de observarla pero traicionandome a cada segundo, ella de pronto dejando de sostener su maletin con un estampado de un congreso medico para contestar su celular, colocando el maletin entre sus piernas, atenazandolo con sus pantorrillas y de pronto, y siempre subitamente, no se como, con que mano, de que forma, dejando de sujetar el tubo de niquel con sus uñas esmaltadas en un gris plata, gris acero nacarado para echarse atras el pelo y dejarse ver la coqueta gargantilla que le adornaba el cuello.

Yo alli, sientiendome morir en ella y sintiendome renacer en ella, mustio, casi asfixiado, sumergido en sus encantos y cayendo en un descenso mortifero con su gargantilla por el medio de la comisura de sus pechos, casi muerto ya, dentro del corsè de ese escote que insinuaba la dicha y la desdicha mas fatal por embriagante, poco a poco, con la mirada enturbiandose en el matiz de su piel, arrebatado por la forma quieta en que sus labios dejaban escurrir palabras y mas palabras, como suspiros injuriosos, pero tambien como besos imposibles, ella tan ella, y yo ya delirando, inerte, dejandome caer de repente en toda ella, cayendo con la mirada, ya indiscreta y vergonzosa, por su vientre, por la rugosidad del genero de su vestimenta de dos piezas, aterrizando, amarizando o estallando contra sus pies, mas bien contra sus zapatos.

Hoy, a esta ahora, esta noche casi madrugada, corroido permanentemente por el recuerdo de Misako sentenciando mi memoria a recordarla, bendiciendola extasiado por seguir estando ausente, por ser tan posible como imposible, por ser tan arrebatadora como sensual, por permitirme arder entero desde su mirada ausente, por saberla en otro sitio, y quiza solo poder seguirla recordando.
Misako en la micro, letal pero salvifica, Misako tan Misako como para que todas estas cosas sean dichas y escritas en su nombre a esta hora, esta noche, casi madrugada, o solamente en nombre de su recuerdo, pero de alguna forma, tonta, ilusa e imborrable, escritas con amor infame.


Yo torpe, aqui, siendo el que soy por no poder ni querer ser algun otro, uno que no quiere ser, admitiendo sus perdidas, dandolo todo por perdido con la dosis de cordura asumida del caso, prometiendome a mi mismo, casi jurandome, no dejarme sentir embaucado de zopeton por el encantamiento del viaje con Misako, saboteando nuestras posibilidades con todos los argumentos posibles, apelando a la logica y al sentido comun, huyendo de la inminencia, corriendo febrilmente hacia la nada, urdiendo planes secretos para no tomar mas micros citadinas por las tardes durante el resto de la primavera, maquinando posturas inutiles para no levantar la vista otra vez y no verme en la posibilidad de sentirme otra vez desconcentrado e inutil frente a la belleza de Misako, cotizando bicicletas, motocicletas chinas o koreanas en las multitiendas, haciendo el ridiculo, jugando al absurdo para no darme de bruces otra vez contra el espanto de saberme impresionado por la presencia fugaz e inasible de mi Misako lejana, distante, ida, pero acuciosa y perenmemente recordada, condenado a su recuerdo, desterrado de su presencia, solo, o casi solo, pero de todas maneras sin Misako.


Santiago de Chile, 1:46 am...una, otra madrugada cualquiera...

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