Craziness beyond frontiers

Friday, December 14, 2007

Bitàcora del Desamor - Precarìsimo Momemtum -.

¿Para què llamarla, para què buscarla?, ¿por què rondar los lugares donde las probabilidades de toparse con ella son mayores?, las calles del barrio, el andèn de la estaciòn del Metro a la hora en que ella va y vuelve del trabajo, los pasillos entre las gòndolas de chocolate, caramelos, galletas y velitas y gorritos y challas de colores para fiestas infantiles, del supermercado, entre la hora nona y el preanuncio de cierre en los altavoces.


¿Para que darla por enterada de su propia ausencia donde ya no està y cuando estuvo tampoco estaba de otra manera, quizà màs sutil, que en la que ahora tambièn falta?


¿A què desesperar esperando evidentemente aturdido y desasosegado aùn para el transeùnte màs desprevenido o para el mendigo ciego?

Cerrar los ojos apretàndo fuerte los pàrpados y tratàndo de concentrarse en el sabor de la menta de dos bolitas alcanforadas diluyendose de gusto en la saliva e intentando inutilmente difrazar el sabor a humo tan impregnado ya entre cada diente y por enciama y por debajo de la lengua, y en el cielooo razo del paladar insalubre, y quizà desde el esòfago y màs al fondo de las entrañas, y solo escuchar el torrente tristìsimo de las aguas del canal de desague, y sentirse ir tobogàn abajo hacia el rìo, remolineando con los desperdicios de la urbe.

Y antes de obturar, abriendo el diafragma hasta el lìmite de resistencia mecànica de todos los polìmeros termoestables, y ajustando el contraste y el brillo, manipulando perillas contrareloj, accesando impacientemente todos los menùs, ninguno impreso en cartilla, para el comensal àvido de la toma perfecta, que no es digerible, pero que atrape en un click el momentum precarìsimo del segundo trastabillante que no se esfuma y se replica en el segundo siguiente, y en el otro, y en el que sigue y todos los replicantes virulentos del tristìsimo tiempo de las sombras despintadas pero estridentes.

Hay una argucia con el color y la forma de una pìldora y con el miligramaje preciso para el cuerpo en calma sobre cualquier superficie, pero inefectiva para el torbellino de la conciencia en alfa, beta y gama, que despliega tan efusivamente las imàgenes desoxiribonucleìcas de un corazòn en suspenso o a un grado menos de su temperatura de gelidificaciòn, o a medio grado menos de su temperatura "a punto" tirando a "bien cocido".

Hay mantras ciertamente, volutas de palabras en lenguas muertas que como mantas blancas cubren los matices del tapizado de las butacas, y visten las siluetas de las làmparas, pero que solo alcanzan para enlutar discretamente el recuerdo del festìn de vidas en un conversatorio coloquial, que fuè perpetuo cuando todas las horas eran diàlogos reflexivos de sobremesa.

Hay discursos testimoniales itinerando en corro pero al unìsono ensordecedor de una jaurìa atrapada con la misma red en el mismo pàramo-claustro-estepa al final del "cuesta abajo en la rodada", que no alcanzan màs que como declamatorios desde un infierno temido pero siempre inminente.

Hay acòlitos, gentes de buena fè, mujeres en los microbuses que no saben, porque no quieren, disimular las miradas, hay muestras fehacientes de que todo se resuelve cuando todo es un revoltijo, pero hay tambièn discretas distancias a los umbrales de las puertas de los burdeles, y parroquianos a los que ya no se les entiende una sola palabra.

Hay ritos iniciàticos, encuentros fortuitos, blues y cadencias agusanadas, hay puestos de socorro en las inmediaciones de los campings turìsticos, estrategicamente pròximos a las piletas y a las curvas màs cerradas de la ciclovìa, hay carencias, personalidades limìtrofes, actos demagògicos, actitudes suicidas, pero hay tambìen temor de Dios, recuerdos de la infancia y posibilidades masturbatorias.

Hay libros de texto, libros de autoayuda, prescripiciones mèdicas sueltas, manuales tècnicos de McGraw Hill desempolvados, hay libros de recetas de comida andaluza y de High Cuisine, hay nouvelles, libros de brujerìa, manuales de solfeo, pero tambièn hay revistas porno a punto de obsolescencia, enciclopedias de doce tomos enteramente consagrados a la historia de las guerras y antologìas de poetas-guerrilleros.

Hay una ella incorporea, calles que de tanto bifurcarse inducen màs al vòmito que el vaivèn del tablado sobre cubierta, hay perversiòn en todo esto, enfermedad, irreverencia, desproporciòn, inapetencia y algùn nivel de inaniciòn, y solo bocados salados.

Hubo palabras en mensajes no encriptados, palabras insinuantes, palabras como bombas atòmicas y como pompas de jabòn, palabras en ràfagas con disparador automàtico y mirilla infraroja, palabras coon detectores de calor y humedad, palabras anti-palabras, palabras contrargumentadas, palabras absoluta y rotundamente necias - estas ùltimas mayoritariamente escritas que dichas -, palabras ajenas de interlocutores nunca convocadas, palabras que forjaron su presencia, y aunque la reclamen ya ausente, no tienen vector ni magnitud.

Hay palabras....hay palabras.....hay palabras....inagotables palabras.

- ¡Vieja!, te lo ruego, dejame dormir en mi pieza de chico con sàbanas limpias y dos almohadas, sobre el colchòn desinmullible de cuando no soñaba con candados y todo era presencia (cuando no hacìa falta salir a buscar nada) -.

- Gracias mamà, gracias -.

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